El lenguaje del amor no necesita traducción
- Suore Pastorelle
- 9 jul
- 3 Min. de lectura
Nuestra comunidad en Scutari (Albania) recibió la visita del 18 al 21 de junio de un grupo de amigos de diversas edades y orígenes, miembros de UNITALSI, de Bitonto (Apulia). Desde hace varios años, ofrecen un servicio generoso y práctico en nuestro Centro Pastoral en Fermentim, renovando algunas áreas y llevando donaciones de alimentos, ropa y otros artículos útiles a esta parte de la población albanesa. Su testimonio como amigos, hermanos y misioneros generosos y alegres es siempre un regalo para nosotros.

A continuación, el testimonio de Vincenzo, el líder del grupo, quien también nos cuenta cómo comenzó la relación con las Hermanas Pastorcitas de Scutari. Damos gracias al Señor por la fraternidad que experimentamos durante esos días, por la visita amorosa que recibimos, y encomendamos a Vincenzo y el camino del grupo a María, para que sigan viviendo su misión de servicio, caridad y cercanía a los más pobres con fe y alegría. ¡Gracias!
"Enzo, debes ir a Albania, donde encontrarás una comunidad de Hermanas Pastorcitas. Trae algo... cualquier cosa será útil. Esta es la dirección; encontrarás a una monja italiana llamada Sor Loredana Canzian, junto con otras hermanas, que viven en las afueras de una gran ciudad. Organízate y avísame". Era el padre Ubaldo Aruanno, un sacerdote anciano, quien había conocido a Sor Loredana cuando estaba en la curia de Bari. Y los tres partimos, como el ciego con el mejillón en la mano que llegó a Taranto. Era el 26 de mayo de 2017. Y desde entonces, no hemos parado, porque se siente como volver a casa.
Al regresar de nuestra sexta misión en Albania, llevamos en el corazón no solo los lugares que visitamos, sino sobre todo los rostros que encontramos. Rostros que quizá no entendían nuestras palabras, pero que nos enseñaron algo más grande: que la verdadera comprensión no necesita palabras, porque nace del corazón.
Hablamos con la mirada, nos abrazamos con sonrisas, nos reconocimos en silencio. Cada gesto, cada mirada, fue un puente entre mundos diferentes pero unidos por una sola humanidad. En esas diferencias, descubrimos una profunda intimidad, una comunión que solo la autenticidad puede generar.
Y allí mismo, en esa sencillez, reconocimos la presencia de Dios: en el rostro de un niño que sonreía sin pedir nada, en la mano extendida de quien tiene poco pero lo da todo, en la alegría silenciosa de quienes nos acogieron sin conocernos.
Pero este viaje también nos regaló algo inesperado y precioso: la unidad entre nosotros. Personas diferentes, con historias diferentes, que se conocieron por casualidad —o quizás por providencia— y que se eligieron cada día a través del compartir, el esfuerzo, la oración y la alegría. Entre el polvo y el sol, entre risas y un gesto silencioso, nació un vínculo profundo que perdura, arraigado en el bien que hemos hecho juntos.
Y entonces, en el silencio de nuestro regreso, nos dimos cuenta de lo vivo que estaba todo esto dentro de nosotros. Cuánto habíamos cambiado, pero ahora más auténticos. Nos sentíamos como «ese momento mágico después de los preparativos, cuando el barco zarpa y te sientes vivo, con solo el horizonte como límite». Así fue exactamente como partimos. Y ahora, mirando atrás, comprendemos que nuestros horizontes se han expandido.
«Recuerden vivir», nos recuerda Jovanotti, «y un testigo cómplice e invisible, y una sonrisa ancestral como viático». Encontramos esa sonrisa. La intercambiamos. Y ahora la llevamos dentro, como una promesa que nunca se desvanece.
Nos fuimos para dar, pero regresamos transformados. Con el corazón lleno de vida y con la certeza de que, cuando el amor guía, el encuentro se convierte en un milagro.
Gracias, Albania, por enseñarnos que el lenguaje del amor, la dignidad y la esperanza es universal. Y no necesita traducción.
Comunidad de Scutari - Albania
Comentarios