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Curso para nuevos Misioneros Diócesis de Roraima

Foto del escritor: Suore PastorelleSuore Pastorelle

La diócesis de Boa Vista/RR, siempre preocupada en ayudar a sus misioneros a conocer el perfil de una Iglesia con rostro amazónico, ofrece cada año formación a los misioneros que llegan para trabajar allí. Este año no fue diferente. A mediados de marzo (11-17), la Hermana Eunice participó de la capacitación que reunió a 17 misioneros que llegaban a la Diócesis para ayudar con la Evangelización dentro del Estado de Roraima, ya que la Diócesis abarca todo el Estado. Fueron días muy intensos con momentos de formación teórica y de campo.

Cada misionero es un don de Dios para la Iglesia. Nadie viene en nombre propio, sino por una misión mayor. Este Dios que nos amó y nos llamó también nos pone en comunión con estas personas. Independientemente de la parroquia, zona misionera o misión indígena a la que pertenezcan los misioneros, cada uno forma parte de una historia que abarca a los más de 650 mil habitantes del estado, de los cuales un número significativo son indígenas, pertenecientes a alrededor de 12 grupos étnicos. Una sola diócesis con más de 500 comunidades católicas (indígenas, migrantes, campesinos, ribereños e inmigrantes de otros países). Todo trabajo de evangelización se realiza en Red Comunitaria.


Realizamos visitas de campo dentro de la ciudad de Boa Vista: al Centro de Coordinación e Interiorización (CCI), al Puesto de Recepción y Apoyo (PRA) y al Centro Consolata (de la Iglesia Católica). Todas estas entidades están vinculadas a la inmigración procedente de Venezuela y otros países. Para darte una idea, entre 2018 y 2024, 144.503 personas cruzaron la frontera entre Brasil y Venezuela, sin contar a quienes ingresaron ilegalmente por atajos clandestinos. Sólo en 2024, nuestro país recibió 21.802 inmigrantes. Estos datos provienen del Centro de Coordinación en Boa Vista y pueden consultarse en el sitio web de investigación de la Organización Internacional para las Migraciones.


Siguiendo en visita de campo, estuvimos en el municipio de Fronteira Pacaraima, en la frontera con Venezuela. También hubo un gran desafío allí con toda la cuestión migratoria. Conocemos la Operación Acolhida, coordinada por el Ejército Nacional. Nos informaron que diariamente entran entre 300 y 400 inmigrantes, para ser enviados a otras ciudades o quedarse en Pacaraima. Para que se hagan una idea, además de los 10.000 habitantes de la ciudad, hay otros 10.000 inmigrantes que buscan reiniciar sus vidas, huyendo del hambre, la pobreza, la muerte y la indignidad en su país de origen. La Iglesia está haciendo lo que puede, con pequeños proyectos como panaderías y pequeños negocios, pero los desafíos son muchos. Se producen varias “invasiones”, en las que familias que no tienen dónde ir se instalan en lugares de difícil acceso, en colinas y a orillas de arroyos. Imaginemos la dignidad con que viven estas familias.


También visitamos la misión indígena Surumu, donde sirven los Padres de la Consolata. Fuimos recibidos con gran alegría y cariño. Compartieron el sufrimiento de haber tenido la Iglesia y la casa de las Hermanas que allí vivían quemadas por los mismos indígenas, “compradas” por los Campesinos y Arroceros hace unos años. Sin embargo, encontramos un pueblo feliz, con una gran determinación para seguir adelante. Hoy viven en sus tierras, demarcadas por el Gobierno, pero saben que necesitan seguir luchando, ante la inestabilidad de los órganos gubernamentales. La chamana Sra. Mariana también nos recibió con cantos y danzas y nos contó que la cultura indígena tiene un gran valor, ya que es el contacto con Dios. La oración indígena es toda la naturaleza saliendo al encuentro de la persona. Exhortó a todos los misioneros: trabajar con fe y valentía, trabajar con compromiso. Un fuerte llamado a continuar el camino de comunión en la vida compartida, en la Palabra de Dios, en la Eucaristía celebrada y finalmente en toda misión/evangelización realizada.


Alabado sea Dios Pastor por la oportunidad de tener esta experiencia, que fue y es una renovación de opciones de vida. Entremos con mayor entusiasmo en esta realidad de la Iglesia que no sólo es “exenta”, sino que busca tener una presencia constante con los diversos pueblos, culturas. Cada realidad que conocemos es un grito y esperamos que esto no pase desapercibido en nuestra misión con estas personas. Concluimos con un discurso del Papa Francisco, quien, por cierto, siente un afecto especial por esta realidad amazónica: «Sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, para que se escuche su voz y se promueva su dignidad. (...) Sueño con comunidades cristianas capaces de consagrarse y encarnarse en la Amazonía de tal manera que den a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos».(Padre Francisco)

 Hna. Eunice Grespan, sjbp


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